por Juan Manuel Hurtado López
Johann Baptist Metz murió en Münster, Alemania, el 2 de diciembre pasado, a la edad de 91 años.
Pronto se escucharon voces desde los más diversos ámbitos y países acerca de su aporte, de su trayectoria como gran teólogo que fue. Es difícil encerrar en unas cuantas líneas el profundo pensamiento de una de las mentes más brillantes dentro del ámbito de la teología y de la Iglesia de la mitad del siglo pasado y principios de éste. Aquí yo sólo quiero expresar algo, más como admiración al gran maestro y testimonio de su legado, que como síntesis medular de su aporte teológico.
La teología de Metz brota del impacto que experimentó él, siendo todavía un muchacho, ante escenas de horror, ante la masacre y laceración sangrienta de sus compañeros de escuela, de juego y de amistad. Y luego, a medida que el tiempo pasaba, ante la conciencia que fue tomando de lo que significó Auschwitz para Alemania, para la fe, para la teología y para Dios.
La pregunta que martillaba su cabeza fue: ¿Cómo puede Dios existir y seguir siendo Dios ante la hecatombe judía a manos de los nazis? ¿Cómo puede existir Dios y permitir que seis millones de sus hijos sean vejados, burlados, masacrados en una máquina de guerra? ¿Dios se escondió y no veía lo que pasaba? ¿Dios, el lleno de compasión y misericordia permitió este holocausto sangriento de sus hijos? Y entonces ¿Dónde estaba el hombre que mata así a sus hermanos? ¿Y para qué, entonces, la prédica del siglo de las luces, de la diosa razón que no supo responder cuando se le requería? ¿Dónde quedaban entonces libertad igualdad, fraternidad? Con Auschwitz la humanidad dio pasos hacia atrás. La razón occidental quedó derrotada en su orgullo.
A estas incuestionables preguntas buscó Metz una respuesta. Pero la buscó con seriedad filosófica y con una fe adulta y una teología crítica que no se esconde en generalidades y abstracciones. Aquí los conceptos teóricos y filosóficos de Dios saltan en pedazos. Metz no hace concesiones. Va al fondo. Para eso hizo amistad con los filósofos de la Escuela Crítica de Frankfurt: Habermas, Adorno, Horkeimer, Marcuse.
Y dio origen a la Nueva Teología Política de la cual es reconocido como el padre de esta nueva corriente teológica.
Y empezaron a brotar sus obras: Teología del mundo, Dios después de Auschwitz, Más allá de la Religión burguesa, La fe en la historia y en la sociedad, Tiempo de órdenes, Memoria Passionis, y su obra póstuma: Dios y el tiempo. Metz postuló la irreductibilidad de la fe al ámbito intimista y sólo personal y fundamentó la dimensión política de la fe. Criticó una fe intimista que se instala en una Religión burguesa y no afronta la historia. Metz criticó la sociedad capitalista despiadada que no sabe dar razón de las víctimas. Este va a ser su estandarte y ésta va a ser su lucha: ponerse del lado de las víctimas. Y se preguntaba Metz: ¿Quién se hace responsable de todas las víctimas y de todos los olvidados, masacrados y perdedores de la historia? La historia, criticará él, es sólo la narración de los hechos de los vencedores ¿Y los vencidos? ¿Quién se hace cargo de ellos?
Una sociedad y una historia que no se hacen cargo de todos sus miembros, no tiene ningún fundamento sólido y ningún futuro.
Por eso Metz hablará de la memoria subversiva de las víctimas, que en Cristo Crucificado reclaman que se les haga justicia. Y verá esta memoria subversiva presente en la Eucaristía que celebra la memoria passionis, la memoria de un ajusticiado por las leyes inicuas de su tiempo, la víctima inocente: Jesús de Nazareth. Celebrar la memoria de las víctimas es una forma de rescatar que ellas no queden en el olvido. Reviviendo su causa las hacemos presentes en la historia.
En su teología el concepto de un Dios impasible, ajeno, distante de los sufrimientos de la humanidad, salta en pedazos. Afirma Metz que no es el hombre el que define quién es Dios, no es la filosofía la que define lo que es Dios. Esto conduce a muchas desviaciones y errores. La única imagen y el único conocimiento y concepto que tenemos de lo que es Dios, se nos manifestó en Jesucristo muerto y resucitado. Desde Jesús de Nazareth aprendemos lo que es Dios. Tan difícil como es explicar lo que es Dios, de la misma manera es explicar lo que ocurrió en Auschwitz, si queremos todavía seguir creyendo que existe un Dios.
En su obra Memoria Passionis, Metz argumenta de forma filosófica, bíblica y teológica el por qué del Dios compasivo y misericordioso, haciendo de ésta una categoría no sólo teológica acerca de Dios, sino filosófica. El único Dios que existe es el Dios compasivo y misericordioso. Y ahí se enfrenta a las diversas corrientes de pensamiento filosófico para mostrarles sus limitaciones e incoherencias.
No es aquí el espacio para ampliar y profundizar su pensamiento. Para mí, Metz es de esas mentes brillantes que se dan muy pocas en cada siglo. Sólo quería dejar un testimonio de agradecimiento y admiración al gran maestro, teólogo y amigo que fue y seguirá siendo Johann Baptist Metz. Gracias.