Instituto de Teología y Política (ITP)
Münster, Alemania
Estimads amigs del ITP,
En este número queremos abordar algunas consecuencias de la pandemia de coronavirus, que no sólo ha evidenciado las enormes desigualdades producidas por el sistema neoliberal, sino que se ha convertido también en una oportunidad para el avance del gran capital, lo que traerá consigo mayor exclusión y dominación. Nos centraremos en tres ámbitos de por sí conflictivos: educación, feminismo y migración.
Andreas Hellgermann, en su texto „La educación en tiempos del corona-capitalismo“, nos habla del avance de la agenda educativa neoliberal, destacando la importancia de la presencialidad para promover el pensamiento crítico, la solidaridad y el diálogo.
En el texto „Capacidad crítica feminista en tiempos de pandemia“, Julia Lis plantea el problema de la nueva privacidad y sus implicaciones en la vida de las mujeres, así como la importancia de recuperar espacios de socialización más allá del entorno familiar, para discutir y acordar nuevas formas de solidaridad y de lucha.
Por último, Benedikt Kern aborda, en el texto „Reclusión, aislamiento y privación de derechos“, algunas de las consecuencias de la pandemia relacionadas con la situación de las personas que buscan asilo y la ampliación del régimen fronterizo de la Unión Europea (UE).
Esperamos que la lectura de este boletín aporte elementos para la reflexión y con ello contribuya, de alguna manera, a alimentar la lucha y la resistencia.
Por el equipo del ITP,
Pilar Puertas
La educación en tiempos del corona-capitalismo
Andreas Hellgermann
Cuando llegó el virus, uno podría haber tenido la impresión de que llegaba en el momento justo: Los defensores de la digitalización y sus seguidores, los cinco grandes de Silicon Valley [Amazon, Apple, Facebook, Google y Microsoft] ya habían estado en los ministerios de educación, en los consejos consultivos y en las universidades. Y la respuesta capitalista a la suspensión de actividades fue: „Clases a distancia es la oferta del día“.
Promesas y desilusiones
Pero las escuelas no estaban preparadas. Faltaban los requisitos de hardware y una concepción coherente. En cambio, hubo informes recurrentes en todos los medios de comunicación sobre el proyecto digital, que ya había recorrido un largo camino y que ahora también ayudaría a superar esta crisis. Los informes tuvieron naturalmente un impacto en aquellos que deben considerarse „atrasados“, ya que no están a la altura del nivel requerido por el capitalismo digital. Los profesores fueron elogiados por sus alumnos y por los padres cuando pudieron poner en la red videos explicativos, proporcionaron tareas a los niños regularmente y establecieron videochats de vez en cuando.
Sin embargo, en algún momento se notó que estaba sucediendo algo que, desde el punto de vista de algunas personas, no debería suceder –al menos en la escuela: La paja tecnológicamente atrasada se separó del trigo digital. En otras palabras, el capitalismo digital hizo lo que el capitalismo siempre ha hecho: agudizó las distinciones de clase y mostró cómo está estructurada la sociedad. La respuesta a esto sería: iPads para todos. O para decirlo de otra manera: el corona-capitalismo también debía utilizarse en la escuela para imponer un gigantesco programa de inversiones en beneficio de las empresas. Al mismo tiempo, ofrecía la oportunidad de consolidar y continuar el camino que hace mucho tiempo se había tomado hacia un yo resiliente, digital y empresarial. La pandemia fue también la hora del sujeto digital.
Sin embargo, entre todos los pasos dados para digitalizar la educación, al menos uno ha sido evidente: la desilusión con las promesas digitales. Muchos profesores y estudiantes se han dado cuenta de que los seres humanos tenemos un cuerpo, que existe la presencia y que ésta es una cualidad que no debe ser eliminada por ninguna promesa digital. Tal vez esto no sea suficiente para luchar contra la reducida educación que ahora domina en las escuelas. Pero es mejor que nada.
Educación inspirada en la Biblia
Esto abre el espacio para mostrar lo que debe ser una educación inspirada en la Biblia, que ve a las personas en su totalidad, no las reduce a un sistema de procesamiento de información ni les quita importancia como seres materiales. Además, la crítica bíblica de los ídolos ataca al capitalismo digital en un punto crucial, en la época de la pandemia y más allá. El salmo 115, como evidenció Kuno Füssel en nuestro grupo de trabajo para profesores de religión en el ITP, lo deja muy claro. Si miras las discusiones sobre inteligencia artificial y robots, podrías pensar que fue escrito hoy:
Sus ídolos no son más que oro y plata, una obra de la mano del hombre. Tienen boca, pero no hablan, ojos, pero no ven, oídos, pero no oyen, nariz, pero no huelen. Tienen manos, pero no palpan, pies, pero no andan, ni un susurro sale de su garganta. ¡Que sean como ellos los que los fabrican y todos los que en ellos tienen confianza!
Joseph Weizenbaum, uno de los pioneros de la computadora y más tarde uno de sus críticos más agudos, planteó el punto central del problema –que es un problema educativo: „A veces me preguntaban si tenía miedo de tener robots humanoides. ¡No! Bueno… sí, un poco. Pero tengo más miedo de los humanos que tenemos con apariencia de robot“. Uno pensaría que está leyendo el Salmo 115.
Capacidad crítica feminista en tiempos de pandemia
Julia Lis
El 8 de marzo de 2020, Día Internacional de la Mujer, fue un día en el que las mujeres (re)conquistaron las calles en muchas ciudades del mundo. Unos días más tarde, la epidemia tomó el control y la mayoría de las mujeres fueron arrojadas de nuevo al espacio privado de una manera especial.
Lo privado sigue siendo privado
La idea principal de la segunda ola feminista, expresada en el lema „Lo privado es político“, es que la vida cotidiana de las mujeres, en lo que respecta a las tareas domésticas, la sexualidad, las relaciones, la imagen de sí mismas y la concepción de los roles, no se basa simplemente en decisiones individuales y preferencias personales, sino que está sujeta a limitaciones estructurales específicas en una sociedad patriarcal. Por eso no es posible una autoliberación de la mujer individual, porque estas limitaciones no pueden ser eliminadas individualmente, por mucho que una mujer se esfuerce en ello. Se trata más bien de una cuestión de organización colectiva de las mujeres, con el fin de desarrollar juntas la teoría y la práctica que permitan acabar con las relaciones patriarcales.
La pandemia ha limitado la vida de las mujeres a la esfera privada de una manera extraordinaria por medio de las restricciones de contacto y las medidas de cuarentena, revelando y agravando los problemas que esta privacidad plantea a las mujeres. Mucho se ha escrito sobre la violencia contra las mujeres y lo que significa estar encerradas con sus verdugos. El cierre de guarderías y escuelas también ha obligado a las madres a hacerse cargo de las actividades de educación, capacitación y atención de un día para otro. Al mismo tiempo, las medidas siempre buscan no poner en peligro, o restringir lo menos posible, la productividad de la economía nacional. Por esta razón, además de gestionar el hogar y el cuidado de los niños, muchas de ellas siguieron realizando un trabajo remunerado: celebrando y organizando reuniones por videoconferencia, estableciendo lugares de trabajo digitales, (re)organizando su trabajo remunerado desde casa. Las mujeres, en su mayoría, han hecho lo que se espera de ellas: dirigir el hogar y sus familias, y contribuir de manera importante a proporcionar estabilidad durante la crisis, ya sea en el cuidado de personas mayores y enfermos –que dependieron más que nunca de cuidadores profesionales para su apoyo práctico y emocional, debido a su absoluto aislamiento de sus parientes– o en las cajas de los supermercados.
Como todas las crisis, la pandemia ha agudizado y visibilizado los abusos existentes, es decir, la doble carga del trabajo remunerado y de las actividades de cuidado en el hogar y la familia, que caracterizan la vida de las mujeres bajo el neoliberalismo neoliberal.
Disciplina y placer
Hay una vinculación entre las demandas contradictorias a las mujeres, percibidas como excesivas por casi todas ellas. Por un lado, las mujeres deben ser fuertes, independientes, educadas y exitosas en sus carreras para poder competir con los hombres con seguridad. Pero, por otra parte, también se espera que posean cualidades blandas –soft skills–, tanto en el ámbito privado como en el profesional: empatía, consideración, disposición al diálogo y capacidad para mediar en los conflictos. Por un lado, las mujeres deben ser autónomas, pero por otro, deben diseñar sus cuerpos y su apariencia para verse atractivas y deseables. A diferencia de lo que ocurría en los años 50, la diversidad de estilos de vida y la individualidad de los planes de vida están en boga, pero están obligados a ponerse a prueba en el mercado, es decir, a tener éxito dentro de la sociedad capitalista competitiva. Para satisfacer todas las demandas de la sociedad patriarcal, las mujeres están llamadas a disciplinarse a sí mismas, a controlar su comportamiento y sus cuerpos. En tiempos de pandemia, las técnicas de disciplina se imponen menos por coacción externa que por la propia obligación de control y responsabilidad, que está arraigada en las mujeres de manera permanente: el patriarca está sentado en su propia cabeza, ¡pero eso no lo hace menos despiadado!
Con la pandemia, la obligatoriedad de la disciplina se extiende sin piedad: quien no cumpla sin reservas todas las normas de conducta impuestas desde el exterior, es considerado responsable no sólo de su propia posible enfermedad mortal, sino también del sufrimiento y la muerte de otros.
Sin embargo, en el capitalismo neoliberal, la compulsión a la disciplina está contradictoriamente conectada con la compulsión a disfrutar, es decir, a consumir. Este consumo no se suspendió después de que las tiendas y restaurantes también cerraran debido a la pandemia, sino que, como lo demuestra el aumento de las ventas de Amazon, se trasladó a lo privado, al espacio digital.
Recuperar las calles y la capacidad de crítica
Las medidas que se adoptaron en la pandemia, consideradas sensatas y correctas, no fueron objeto de un amplio debate social. Al contrario, la crisis reveló la necesidad de seguir incondicionalmente las opiniones de los expertos, casi siempre hombres, para lograr una supuesta seguridad, sin considerar argumentos en contra. Aquí es donde una crítica feminista tiene que empezar por preguntarse sobre los intereses que se perdieron de vista cuando la preocupación por la propia salud se convirtió en el eje predominante e incuestionable de la discusión social. Sin embargo, esta crítica feminista sigue dependiendo del encuentro físico de las mujeres más allá del espacio familiar, de la discusión feminista y también de la publicidad. Las mujeres debemos, a pesar de la pandemia, recuperar nuestra capacidad y posibilidad de una crítica fundamental y también las calles, para encontrar formas de oponernos a la privatización por medio de nuestra solidaridad feminista, a pesar de la pandemia y el patriarcado.
Reclusión, aislamiento y privación de derechos
Benedikt Kern
Era cuestión de tiempo la previsible catástrofe en el campo de refugiados de Moria. Después del devastador incendio ocurrido a principios de septiembre, 12.500 personas que buscaban asilo se quedaron sin hogar y sin suministros, debido al brutal cerco policiaco ordenado por el gobierno griego. Esto nos muestra cómo la pandemia ha agravado aún más la situación humanitaria de los refugiados en todo el mundo, y la necesidad que hay de desarrollar estrategias contra el racismo.
Antes de la introducción de las medidas para evitar la propagación de la pandemia, en la primavera de 2020, la situación en la frontera greco-turca se agravó por la presión del presidente Erdogan a la UE para que abriera sus fronteras, repitiendo así el escenario del verano de 2015, cuando casi un millón de personas refugiadas ingresaron a la UE por Grecia. El resultado fue un agudo estado de alerta, al tenor de: un 2015 no debe repetirse bajo ninguna circunstancia. Esto mostró una vez más lo rápido que un discurso racista –como supuesto consenso europeo– puede llevar la voz cantante cuando hace falta.
Poco después, todo giraba en torno a la pandemia de coronavirus; se evitó una crisis en el manejo de los refugiados que llegaban a la UE y no se habló más de la miseria en las fronteras exteriores.
Campos de refugiados, estrategia deliberada de privación de derechos
Después de que se presentaron las primeras infecciones de COVID-19 en campamentos de refugiados en Alemania, éstos fueron puestos en cuarentena sin ceremonias, y en parte con la presencia masiva de la policía. La situación en el campamento de Halberstadt, Sajonia, con 850 personas en cuarentena, se volvió tan insoportable que los habitantes se pusieron en huelga de hambre debido a la escasez de suministros. Pero también en Bremen, Múnich, Colonia y otros lugares, las medidas de aislamiento de los campos de refugiados provocaron numerosas protestas, tanto dentro como fuera.
La crisis de la pandemia revela que la estrategia migratoria de alojamiento –disciplinario y excluyente– es inhumana y viola los derechos fundamentales. Los derechos a la intimidad, al acceso a la salud, a la educación, al trabajo y la participación social, se ven sistemáticamente restringidos o completamente anulados en los campos de refugiados.
A raíz del incendio en Moria y la consiguiente descalificación de los campos de refugiados de la frontera exterior, la UE intensificará en un futuro previsible sus esfuerzos por establecer puntos de acceso fuera de Europa y, de ser posible, tratará de examinar previamente las solicitudes de asilo. Esto externalizará más el proceso y será todavía más difícil controlarlo legalmente. La política de privación de derechos alcanzaría así un nuevo nivel de gravedad.
¿Qué hacer?
La actual crisis social, sobre todo la crisis de la política migratoria y la impotencia asociada a ella, plantea con nueva urgencia la cuestión de cómo encontrar puntos de partida para intervenciones políticas que vayan más allá de la indignación y los llamamientos morales. Hace falta una crítica fundamental de la UE desde la izquierda, a partir de la cual podamos desarrollar estrategias creativas de desobediencia civil. Los primeros pasos podrían ser: atacar los campos de refugiados junto con las personas que allí viven en condiciones inhumanas, ampliar el asilo ciudadano y eclesiástico y crear redes de solidaridad, sobre todo ahora que está tan limitada la capacidad de acción en este sentido.